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jueves, 13 de diciembre de 2007

Sor Teresa de Irarrázabal

Con tres locales nocturnos, guardaespaldas y una billetera gordita, esta mujer de 61 años trabaja como china para hacer lo que más le gusta: compartir sus lucas con los más necesitados, porque según ella, es la misión que Dios le dio.



Católica porque su madre la obligaba a ir a misa; separada dos veces; hija de un alcohólico que murió de cirrosis; trabajadora desde los doce años y criada en la población Rosita Renard, en una casa donde el pan no estaba todos los días en la mesa, la tia Mané o Mama como le dicen sus trabajadores y clientes, ahora disfruta a concho su profesión: ser famosa. “Mi mamá me dice que cuando niña yo decía que quería ser famosa, porque pensaba que era una carrera universitaria”, comenta con su mirada cansada y sonrisa de abuelita.

A pasos cortos y lentos recorre todos los días cada rincón de la Kmasú. No se le escapa ni un detalle y todas las decisiones pasan por sus manos. Su celular suena cada cinco minutos y no tiene oficina, sólo tiene una mesa en medio de la pista, donde todos llegan como si quisieran sacarla a bailar, pero ésta les da un par de órdenes y se van.

Duerme cuatro horas diarias y no tiene administrador, “cuando tuve administrador se dedicó sólo a robar”, cuenta con el seño fruncido mientras el celular vibra en la mesa. Trabaja junto a toda su familia: Pancho (36) el hijo mayor lleva las cuentas, Oscarito (30) el menor y más regalón, prepara los eventos y su ex marido Enrique Vergara, estaba cesante y la tia Mané lo dejó encargado del personal.

En el día siempre hay gente que va a pedir trabajo y son muy pocos a los que le va mal. Más de 110 personas hacen funcionar la maquinita farandulera, que lleva seis años metiendo boche en Irarrázabal. “Cuando empezó se llamaba Kamazutra, pero el nombre ya estaba registrado, así que lo modificamos”, recuerda Isabel Vera, una rubia con cara de pocos amigos que lleva 15 años trabajando junto a la famosa de profesión.

La carrera hacia la fama

El camino fue largo y complicado. Comenzó a los 12 años, sin PSU y con sólo cuarto básico, el trabajo la llamaba. Su padre había muerto y la comida no alcanza para los cuatro hermanos. “Mi mamá me consiguió trabajo de nana en un casa de Las Condes”, recuerda con nostalgia. De empleada puertas adentro, pasó a barrer los pasillos de la empresa Luchetti. Duró poco y a los 17 años se fue a trabajar al Laboratorio Sandoz. Aquí trapeó por 20 años y conoció a sus dos maridos. El primero Francisco Ossandón, con el que tuvo a Francisco. Le dio besitos por dos años y después lo echó de la casa por violento y borracho. Luego conoció Enrique Vergara, el papá de Oscar y su actual mano derecha. “Con Enrique estuve 19 años casada, pero lo dejé por mamón y pollerudo”.

Cuando la echaron del laboratorio, se fue con 96 palos en el bolsillo y con eso se compró un auto y una casa que la convirtió en pensión. Tenía más de 40 universitarios bajo su techo, que con una beca que otorgaba el Gobierno, comían y dormían gratis en la casa de la tia Mané. Luego del golpe militar esta beca se eliminó, así que con algunos ahorros puso la cantina El Rincón de Mané, “cuando mi vieja comenzó con la cantina, nunca más la vimos en la casa”, recuerda Pancho el mayor de sus hijos. Las cañas, el olor a cigarro y los viejos curados era el único paisaje del día, hasta que los mismos jóvenes de la pensión, entre visita y visita, transformaron las cañas en piscolas y los boleros en música bailable. El local se llenó de universitarios y quedó chico, así que se cambió a un lugar más grande: el Mané Uno, ubicado también en Irarrázabal. La fama empezaba a llegar y la tia Mané, como la bautizaron los estudiantes, era la preferida de los que les cuesta dormir temprano los fines de semana. De nuevo se hizo chico el local y el Mané Dos no tardó en llegar. “Estábamos todos los días llenos, era de locos”, cuenta Isabel Vera, mesera en ese entonces y actual jefa de seguridad. La platita llegaba a camionadas y había que aprovechar la oportunidad, por eso casi al frente del Mané Dos se construyó la tesis de la carrera de famosa: el Kamazutra Club, que pasaría a llamarse Kmasú.

El reggaetón, los futbolistas, las modelos y las luces pasaron a ser los invitados de honor. Los programas de farándula convirtieron al club es su principal alimento y las rubias siliconas hicieron del local su segunda casa. “Cuando hice mi primera nota en la Kmasú, conocí a la tia y fue como amor a primera vista”, recuerda Kaminski, periodista farandulero que se ganó el corazón de la ahora famosa Mané, que no sabe cuanta plata tiene y lo único que sabe es trabajar a full en sus tres locales: Kmasú, Mané dos y el Ananda de Vitacura.


Repartiendo el tesoro

Todos hemos pensado alguna vez qué hacer con tanta plata: ser mano de guagua, comprarse el mundo entero o tirar billetes a la chuña. “Mi mamá no tuvo infancia, por eso hace todo esto, para que los niños no sufran lo que sufrió ella”, confiesa Oscar, el gordito regalón. En la misma pista donde futbolistas y modelos se besuquean, niños con síndrome de down se hacen güincha bailando los miércoles en la tarde. Todo comenzó después que en un local de Plaza Ñuñoa, ocho niños fueron discriminados por su enfermedad y no les quisieron vender bebidas. La tia Mané los busco en su 4x4, igual que el padre Hurtado en su camioneta. Los encontró y les regaló un día de baile y sorpresas. “A la Mama le encantó la idea y desde ese día que es sagrado regalarle una tarde a los niños especiales”, cuenta Carlos Macaya, encargado de marketing del boliche. Como si esto fuera poco y viendo que todavía sobraban lucas, la tia les regaló el jueves a los niños con sida. Son más de 40 que bailan, ríen y reciben el cariño de los chochos funcionarios del club.

El viejito pascuero no existe, esto no corre con esta señora, “los niños necesitan tener regalos, es su derecho de niño”. Aunque no hay chimenea, el barbón de rojo igual llega hasta Kmasú. Con sus “jo jo jo” reparte regalos a más de 1000 niños que no saben que es ver un arbolito con luces en la casa o compartir una cena el 24 de diciembre. “Este es un don que me dio Dios. No puedo no hacerlo”, cuenta la Mama.

¿Qué pasa si un abuelito quiere bailar al ritmo de la Nueva Ola o tiene ganas de conocer a alguien y conquistarla con un bolero? la tía tiene la respuesta. Los domingo en la tarde, los tangos, rancheros y corridos se toman la Kmazú. Más de 300 abuelos cambian las canastas y el dominó, por una tarde gratuita de baile. Tanto éxito ha tenido esto, hace unas semanas se casaron dos abuelos que se conocieron en esta fiesta de los 60. Ella de 61 años era soltera y él de 80, viudo. La tia les hizo el matrimonio y por si fuera poco los contrató para que trabajen haciendo aseo.

“Lo único que le pido a Dios es salud, porque quiero ver crecer a mi nieto”, cuenta la Mama, que a punta de Noni y hierbas naturales quiere seguir disfrutando su titulo de famosa.















miércoles, 12 de diciembre de 2007

Vicio o servicio


Messenger, Fotolog, Facebook, podría escribir una hoja entera de todo lo que se puede hacer por intenet. Cada vez es más fácil tener un computador con Internet y al parecer el que no está en el sistema, está out. La voz se cambia por teclas, las cartas por mails, los álbumes de fotos por Fotologs y la televisión por Youtube. Todo se puede hacer por esta red viciosa y podemos pasar un día entero sentados frente a la pantalla y sólo pararnos para ir al baño. Algunos se han arriesgado a decir que el diario en papel va a caducar y que los periodistas cada vez van a tener menos pega, por culpa de los blogs y de la gente, que se transformaría en reporteros.

El gran problema de todo esto es que a las personas se le hace la vida más fácil y se vuelven flojos. Los alumnos se ponen mentirosos y hasta los diputados copian todo de Wikipedia, no como antes que los trabajos se hacían a mano y había que sacar recortes del Icarito. Los trámites se están haciendo con un clic y las colas se van a terminar. Puedes pedir comida a la puerta de tu casa y ahorrarte leer las recetas de la abuelita. Todo ha cambiado, se acabó el mensajito anónimo en el estuche o las citas a ciegas para conquistar a alguien, ahora sólo te consigues el mail y a punta de emoticones le robas el corazón. Los niños prefieren jugar en red que ensuciarse en una pichanga y al parecer lo único que falta es que uno se pueda casar por Internet.

Esta gran droga no nos puede absorber. Tenemos que consumir del medio y no ser consumidos por este medio que crece más rápido que la maleza. No tenemos que perder las tradiciones y mucho menos las relaciones con nuestros cercanos, porque así como vamos, en unos años más las mesas van a estar de adorno en la casa y cada integrante de la familia va a hacer su vida en su habitación frente al computador.

domingo, 18 de noviembre de 2007

“Estaba acostumbrado a dormir en los árboles”

Carretonero, karateka y estacionador de autos son los oficios de un pajarito que con 62 años ha tenido que colgar las plumas y hacer su nido en las veredas de la Plaza Ñuñoa.

Con grandes surcos en la cara, mirada cansada y una sonrisa donde se asoma uno de los pocos dientes que le va quedando, “Pajarito” camina a paso corto y lento, sin importar el tiempo que demore en llegar a su destino, “A veces me pongo a caminar y no sé pa’ onde voy, camino no más po”, cuenta con su voz ronca y raspada.

“Dele, dele, dele; québrese, québrese”, es la frase que por más de 20 años le ha dado comida, trago y cigarros. Junto a su gorra de piloto de avión de los 70 y con un chaleco fosforescente que compró en un basurero, se pasea atento a la salida o llegada de cualquier vehículo. No todas las veces tiene la suerte que le bajen el vidrio para recibir una moneda, pero de todas formas él no es mezquino en regalar una sonrisa y un “buen viaje caballero.”

“Aquí llegué cuando tenía 40 años, andaba en busca de un pastito para pasar la caña”, cuenta Pajarito, mientras juega con un par de monedas en la mano. A pesar de tener un hogar con cuatro hijos y una mujer que hacía pan todos los días, el Tocornal pudo más y lo condenó a vivir en la calle, donde junto a Juan “Monito” Bravo y Luís “Tingiririca” Becerra, prefieren pasar la noche entre perros y cartón, que dormir con guatero y frazadas.

“Arriba de los árboles corría más vientecito”, recuerda mirando el hoyo que quedó, luego de que su árbol regalón donde dormía la siesta, fuera talado por la municipalidad. Para los vecinos no causaba impresión que profundos ronquidos bajaran del árbol ubicado justo al frente de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, hasta que un día de octubre de 1999, un móvil de prensa de Chilevisión pasó por el lugar.

Pajarito Star

Carabineros, bomberos, cámaras y la infaltable familia Miranda, se tomaron el árbol de Miguel Ángel, “Todos gritaban desde abajo, pero yo estaba “zeta”, cuenta riendo. Casi 15 minutos tardaron para interrumpir el sueño de Pajarito. Con lo ojos como el dos de oro por la impresión, Miguel Ángel, no sabía lo que pasaba y bajó asustado, mientras bomberos insistían en prestarle ayuda, siendo que él se sabía el camino de memoria. “Me saqué las legañas y me peine un poco”, cuenta Miguel Ángel, recordando los momentos previos al minuto de fama.

Luego que declarara ante las cámaras y le explicara a Carabineros, que esto lo hacía todos los días, lo dejaron tranquilo. Se puso su gorra y siguió trabajando. Todo parecía seguir igual que antes, pero la municipalidad, por la seguridad de Miguel Ángel y los vecinos, cortó el árbol donde éste tenía su nido. “Me dijeron que era por mi seguridad y tuve que aceptar no más po”, confiesa resignado, mientras golpea su cajetilla de cigarros para sacar el cuarto de la tarde y corre al ver que la señora de un Toyota Tercel, saca la mano por la ventana con una moneda de 100 pesos entre índice y pulgar.

Sin tirar la esponja

A pesar de los partes que acumulan por prestar este servicio ilegal en los alrededores de la Plaza Ñuñoa y con las constantes amenazas de Carabineros, “El Barba”, “El Cachete” y “El Terapia”, no piensan abandonar su única fuente de trabajo.
Con un balde desteñido en una mano y con un trapo agujereado en la otra, se pasean como leones hambrientos en busca de su presa en las calles aledañas a la municipalidad, ofreciendo por mil pesos, un servicio que ellos consideran completo, porque no sólo prometen limpieza, sino también seguridad. El único problema de este trabajo es que es prohibido por la ley del tránsito. A raíz de esto es que hace un año, Pedro Sabat, alcalde de Ñuñoa, ha tratado de erradicar a estas personas que ya llevan más de cinco años trapeando los autos de la gente que va a hacer sus trámites al centro de la comuna.

Un día de pega

“Yo trabajo de lunes a domingo compadre y tengo todos los días clientes”, cuenta orgulloso Alexis Cabello, más conocido como “El Cachete”, lavador de autos desde hace cuatros años en la plaza. Cuando recién el sol comienza a reflejarse en la avenida Irarrázabal, llega directo a llenar su balde con el agua que roba de las mangueras que riegan la plaza. Luego echa un poco de detergente que saca de su bolsillo y con un palo revuelve lo que tendrá que transformarse en pan y comida para su hogar.

Poco a poco llegan los clientes, que aprovechan de lavar su vehículo mientras realizan sus trámites. “Siempre que vengo a misa le dejo el auto al barba”, cuenta Roberto Acuña, cliente de Enrique Morán, conocido por todos como “El Barba”. Dependiendo de la confianza del cliente con el lavador, la limpieza se realiza también por dentro, puesto que no todos dejan las llaves del auto.

Los trapos se terminan de estrujar a las cuatro de la tarde o a veces antes, dependiendo del dinero juntado o del humor del alcalde. Luego llegan otros lavadores que en vez de pulir los autos se dedican a “pelar” todo lo que haya dentro, vale decir, radios, chaquetas y parlantes. Al darse cuenta de esto, el alcalde decidió tomar drásticas medidas que hicieron sacar espuma de la boca de los que trabajan en la mañana.

Un balde de agua fría

Mientras todo parecía ir bien y la clientela era cada vez mayor, entró al baile un artista inesperado, que quería sacar a todos los bailarines de la pista, sin importar los años de trayectoria. “Yo sólo apliqué la ley, y velé por la seguridad de todos los vecinos”, comenta con autoridad Oscar Cañón, director de Inspección y Seguridad Ciudadana, respecto a la decisión que se tomó en diciembre del año pasado. A raíz de esto los Carabineros comenzaron a sacar partes tanto a los lavadores como a los clientes, los que tienen un costo de 30 mil pesos. Además se colocaron carteles y se repartieron panfletos por toda la plaza, advirtiendo las medidas que tomarían si alguien lavaba su auto. Como si esto fuera poco, la municipalidad decidió trasladar la oficina de Chilectra, que estaba a pasos de la plaza, para que así la mayoría de los clientes vayan a hacer sus trámites a otro lado. “Al principio fueron muy estrictos y se cumplió la ley al pie de la letra, pero de a poco se pusieron flojos”, recuerda Victor Fuentes, conocido por todos como “El Terapia”, mientras lava una cuatro por cuatro.

A pesar de la porfía de los lavadores, por seguir jugando con la espuma, los cambios fueron perjudiciales. Muchos usuarios de este polémico servicio no volvieron y al final del día el agua sobraba. Al mismo tiempo arrastran una deuda de 150 mil pesos, porque cinco fueron los partes que recibió cada uno de los muchachos del trapo. “El otro día fueron los pacos a mi casa, porque no fui al juzgado. Yo creo que voy a tener que pagar en Cárcel”, cuenta con resignación “El Cachete”.

Por todo esto es que se han unido, para tratar de buscar una solución y así seguir trabajando tranquilos. Dicen estar dispuestos a cambiarse de calle o incluso a pagar el agua, porque aseguran que el servicio que ellos prestan es necesario para la gente de la comuna. Lo único que queda ahora es esperar la decisión del alcalde.

A limpiar la plaza

“Si yo pudiera dejar contenta a toda la gente, estaría trabajando en un circo”, confiesa con ironía, Pedro Sabat. Según cuenta el tema de los lavadores de autos le ha traído muchos dolores de cabeza, por lo mismo le delegó esta función a Oscar Cañón.

Lo dicen las cifras, Ñuñoa es la comuna más segura de la región Metropolitana y por lo mismo el tema delincuencia es de gran importancia para el alcalde, lo refleja la evaluación de autoridades respecto de la delincuencia en comunas hecha por Adimark. En ella obtuvo la mejor nota (5.5). “Antiguamente no había inconvenientes con esta gente, pero el año pasado comenzaron los problemas”, cuenta Sabat, haciendo alusión a la seguidilla de asaltos y robos de vehículos.

Por más que los hombres de la esponja explicaron su situación y aclararon que ellos no son delincuentes, puesto que lo único que quieren es trabajar, el alcalde dijo estar con las manos atadas y no les puede dar ninguna solución, “las leyes no las hago yo y lamentablemente están echas para cumplirlas”, dijo el mandamás de Ñuñoa, subiendo los hombros, igual que un niño demostrando inocencia frente a la madre.

Resignados ante las nulas soluciones, “El Barba”, “El Cachete” y “El Terapia”, no les queda más que seguir haciendo su trabajo ilegalmente y cruzar los dedos para que el alcalde no se levante con mal humor y decida limpiar la plaza a su manera.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Dieciocho años cargados de rock y trasnoche

A pesar de lo complicado que fueron los primeros pasos, por una polémica suspensión de la patente en 1993, La Batuta sigue siendo el principal punto de encuentro de los rockeros nacionales.

Entre cerveza, cigarros y luces multicolores, artistas como Los Tres, La Ley y Chancho en Piedra, afinaban sus primeras guitarras y conquistaban sus primeros fanáticos, en el remodelado Teatro de La Batuta, que dejaría de lado el drama y la tragedia, para dar paso a las tocatas y pachanga que llegarían a revolucionar el, hasta entonces, barrio residencial de la Plaza Ñuñoa.

“Mateo soñaba con tener su propio teatro, por lo mismo su familia no dudó en apoyar el proyecto”, comenta con nostalgia Hugo Liebner, actual administrador del local y amigo cercano del actor Mateo Iribarren, dueño del ex Teatro de la Batuta. Con el objetivo de presentar sus propias obras y las de algunos cercanos, el actor ingresó a la complicada industria teatral, pero de su sueño despertó muy rápido y sólo cinco obras alcanzaron a ser aplaudidas en el pequeño recinto del reconocido guionista. Al ver que el negocio no prosperaba, “El Lobo”, como le dicen sus cercanos, decidió dejar el local en manos de su hermano, José Manuel Iribarren, que en esos años era dueño del ex Café de la Batuta, que actualmente se llama La Terraza. “Al ver el ofrecimiento de Mateo y en vista que se acaba el régimen militar, vendí el café y decidí darle vida a este apagado lugar”, recuerda sonriendo José Manuel Iribarren.

El cambio fue brusco. Las butacas desaparecieron para cederle el terreno a la pista de baile; la sala de luces se convirtió en la infaltable barra y prácticamente lo único que se salvó fue el escenario, pero los personajes ya no serían los mismos, porque los maquillados actores eran reemplazados por melenudos hombres vestidos de negros, que con guitarras, baterías y bajos, llegarían a transformar un barrio netamente residencial, en el principal espacio bohemio de la capital. “A principio de los años 90, la gente no tenía mucha costumbre de salir a divertirse de noche, por lo que no sabía como comportarse en los locales nocturnos”, cuenta Rocío Lineros, encargada de relaciones públicas, haciendo alusión al gran impacto que tuvo el local para los santiaguinos de esa época.

A raíz del gran cambio en la noche ñuñoína, mucho vecinos y el propio alcalde de esos años y actual concejal, Jaime Castillo Soto, se opusieron a la llegada del nuevo bar rockero. Por toda esta polémica, en 1993 el alcalde les quitó la patente de bar y expendio de alcoholes, lo que les impedía funcionar con normalidad. “Varios artistas nos ayudaron, entre ellos La Ley, y realizaron un concierto a beneficio en el Estadio Monumental”, recuerda Rocío Lineros, quien era barwoman en aquel entonces. Luego de un periodo de negociaciones, el bar recuperó la patente y pudo seguir funcionando con normalidad.

La mayoría de edad

En agosto de este año La Batuta celebró su aniversario número 18, donde además de concursos y buena música, se entregaron tarjetas de socio a los clientes habituales, con lo que tendrán derecho a entrar gratis a determinados eventos.

Durante todo el pasado mes, se invitó a los mejores artistas que han pasado por este escenario plagado de historia, entre ellos La Sonora Tommy Rey, Chancho en Piedra, Javiera Parra y Lucybell. “Nunca pensamos que esto iba a durar tanto, porque en este rubro las modas son muy fuertes y los clientes son muy ingratos”, comenta José Manuel Iribarren, impresionado por la cantidad de años que llevan en funcionamientos.

Actualmente el bar cuenta con un equipo de trabajo de día y otro de noche, lo que no pasaba hace ocho años atrás, donde la gente estaba prácticamente el día entero encerrada en estas cuatro paredes. El equipo de día se dedica principalmente a labores administrativas y organizacionales, “Tenemos que programar las 20 fechas del mes y tener todo en orden para recibir a las 6000 personas promedio que vienen mensualmente, lo que siempre trae más de algún problema”, cuenta Carlos Pinto, productor. Por otro lado, está el equipo de noche, compuesto por un barman, un discjockey, dos cajeros, entre otros, que se preocupan netamente en brindar una buena atención al público.

El invierno es la época más dura, porque por el frío y mal tiempo, la gente prefiere quedarse en sus casas, por lo que sólo se abre de miércoles a sábado, en cambio en temporada de verano, las puertas están abiertas desde el martes e incluso en algunas ocasiones, la semana entera está llena de actividades.

Según comentan los propios administradores del local, el espíritu de fomentar el trabajo de las bandas emergentes ha ido variando con el tiempo, porque aseguran que su objetivo ahora es ofrecer un buen espectáculo y dejar entrar solamente a las bandas que suenen bien y lleven público al local. “No tenemos fecha para darle a todos los que piden, por lo mismo el trabajo de selección es durísimo” cuenta Rocío Lineros, mientras se rasca la cabeza con una expresión de perdón para los no seleccionados.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Modificación al Plan Regulador Comunal: una lucha interminable

Con un plebiscito y el apoyo de algunas autoridades, los vecinos de Ñuñoa pretenden terminar con la lluvia de piedras que reciben a diario.

La construcción de 400 torres en menos de tres años; un Plan Regulador que impide la construcción del metro por Avenida Irarrázabal, y la destrucción de cientos de casas a manos de inmobiliarias que han visto en Ñuñoa el mejor lugar para invertir, son las razones que han hecho despertar a dueñas de casa, estudiantes, profesionales, obreros y artistas, para construir una ciudad a escala humana.

Por todo esto, la Municipalidad buscó la mejor solución, para dejar conforme tanto a los vecinos como a los inversionistas, y el pasado 15 de agosto aprobó un Nuevo Plan Regulador de Ñuñoa, donde a partir de octubre se rebajarían en un 70% la altura de las nuevas construcciones. Pese a esto, los vecinos no se conforman, por lo que decidieron juntar 12.000 firmas, para llamar a un plebiscito comunal, donde la altura máxima de los edificios sería cuatro pisos.

Todo este problema lo vive a diario Graciela Fernández, condenada a dos años y un día, viviendo a la sombra y sin salir siquiera los fines de semanas, por el miedo a que su blanca y antigua casa de dos pisos, se destruya cada vez más. Con su pelo cano y su constante tos producto del asma, vio como de la noche a la mañana un gigante de 17 pisos, se venía a dormir a su lado por el resto de su vida. 35 años que vive en Brown Norte 742, en una casa que se acostumbraba a escuchar las risas y gritos de los cinco nietos de Graciela y ahora, sólo siente constantes vibraciones y las carcajadas de los cientos de obreros que trabajan para la inmobiliaria Imagina, que desde diciembre de 2005, llegó a destruir a la familia Fernández .

Las comidas familiares, las navidades alrededor de un iluminado árbol de pascua y los asados en el patio, son cosas que poco a poco han quedado en el olvido, porque dentro de la casa simplemente no se puede conversar.

Para salvar su casa y su familia, Graciela inició la lucha en contra de esta inmobiliaria, pero según ella, tiene todas las de perder, porque sus nuevos vecinos son gente muy poderosa. Lo único que ella pide es el arreglo de los cuatro pilares que sostienen la ahora oscura casa, que se han agrietado producto de los sietes pisos subterráneos que tiene el edificio.

Graciela al igual que muchos vecinos, firmaron ante notario, esperanzados a que la Municipalidad les de alguna respuesta satisfactoria y que como dice el propio Pedro Sabat, alcalde de la comuna, el objetivo del Plan Regulador Comunal sea preservar y no destruir.

La noche de Juana

Una crónica de lo que vive a diario Juana Soto, vagabunda de la Plaza Ñuñoa

Diez en punto marcaba el reloj de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, y Juana Soto, más conocida como La Chora Juani, terminaba de secar el último auto del día. Con el mismo trapo agujereado, limpia sus manos rojas de frío, para recibir con una gran sonrisa, los mil pesos de su último cliente. Se sabía que la noche iba ser igual de fría que las anteriores, por lo que la ganancia de uno de los lavados estaba destinada al infaltable Derby Rojo.Diez y media, y lo único que queda es buscar el mejor lugar para pasar la noche. La Chora Juani camina hasta su closet, que es uno de los tantos alcantarillados que rodean la plaza. Aquí guarda su húmedo colchón y dos frazadas que sacude todos los días antes de acostarse. Al tener todo esto en su poder, lo sube con fuerza hasta su cabeza, al igual que una mujer india transportando lo que compró en el mercado. Camina lentamente buscando cuál será su improvisado dormitorio. Decide dormir a un costado del resbalín, por lo que deja caer con fuerza sobre el suelo su viejo colchón, generando una gran polvareda, que la hace toser como un perro atorado con un hueso.Once en punto y ya está todo listo para pasar una noche más a luz de la luna, pero falta lo más importante, los cigarrillos. Juana toma una de sus frazadas y se envuelve como panqueque de manjar y parte en dirección al café Dante. Con la cabeza gacha y trancos largos, atraviesa la plaza esquivando a muchos jóvenes que todavía no deciden a que pub entrar. Llegando al café, Juana saca un arrugado billete de uno de los bolsillos de su desteñida chaqueta roja, y con él recibe a cambio su inseparable vicio. Apenas lo tiene en sus manos, lo abre como un niño rompiendo envoltorios de regalos en navidad y prende uno después de luchar unos segundos con su encendedor.Once y media, La Chora Juani vuelve a la plaza con la boca llena de humo y la mano izquierda en el bolsillo. Llega hasta los juegos, donde había preparado su cama y sin nada más que hacer, apaga su cigarro con el pie y se tira a la cama como un clavadista a la piscina.