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domingo, 18 de noviembre de 2007

“Estaba acostumbrado a dormir en los árboles”

Carretonero, karateka y estacionador de autos son los oficios de un pajarito que con 62 años ha tenido que colgar las plumas y hacer su nido en las veredas de la Plaza Ñuñoa.

Con grandes surcos en la cara, mirada cansada y una sonrisa donde se asoma uno de los pocos dientes que le va quedando, “Pajarito” camina a paso corto y lento, sin importar el tiempo que demore en llegar a su destino, “A veces me pongo a caminar y no sé pa’ onde voy, camino no más po”, cuenta con su voz ronca y raspada.

“Dele, dele, dele; québrese, québrese”, es la frase que por más de 20 años le ha dado comida, trago y cigarros. Junto a su gorra de piloto de avión de los 70 y con un chaleco fosforescente que compró en un basurero, se pasea atento a la salida o llegada de cualquier vehículo. No todas las veces tiene la suerte que le bajen el vidrio para recibir una moneda, pero de todas formas él no es mezquino en regalar una sonrisa y un “buen viaje caballero.”

“Aquí llegué cuando tenía 40 años, andaba en busca de un pastito para pasar la caña”, cuenta Pajarito, mientras juega con un par de monedas en la mano. A pesar de tener un hogar con cuatro hijos y una mujer que hacía pan todos los días, el Tocornal pudo más y lo condenó a vivir en la calle, donde junto a Juan “Monito” Bravo y Luís “Tingiririca” Becerra, prefieren pasar la noche entre perros y cartón, que dormir con guatero y frazadas.

“Arriba de los árboles corría más vientecito”, recuerda mirando el hoyo que quedó, luego de que su árbol regalón donde dormía la siesta, fuera talado por la municipalidad. Para los vecinos no causaba impresión que profundos ronquidos bajaran del árbol ubicado justo al frente de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, hasta que un día de octubre de 1999, un móvil de prensa de Chilevisión pasó por el lugar.

Pajarito Star

Carabineros, bomberos, cámaras y la infaltable familia Miranda, se tomaron el árbol de Miguel Ángel, “Todos gritaban desde abajo, pero yo estaba “zeta”, cuenta riendo. Casi 15 minutos tardaron para interrumpir el sueño de Pajarito. Con lo ojos como el dos de oro por la impresión, Miguel Ángel, no sabía lo que pasaba y bajó asustado, mientras bomberos insistían en prestarle ayuda, siendo que él se sabía el camino de memoria. “Me saqué las legañas y me peine un poco”, cuenta Miguel Ángel, recordando los momentos previos al minuto de fama.

Luego que declarara ante las cámaras y le explicara a Carabineros, que esto lo hacía todos los días, lo dejaron tranquilo. Se puso su gorra y siguió trabajando. Todo parecía seguir igual que antes, pero la municipalidad, por la seguridad de Miguel Ángel y los vecinos, cortó el árbol donde éste tenía su nido. “Me dijeron que era por mi seguridad y tuve que aceptar no más po”, confiesa resignado, mientras golpea su cajetilla de cigarros para sacar el cuarto de la tarde y corre al ver que la señora de un Toyota Tercel, saca la mano por la ventana con una moneda de 100 pesos entre índice y pulgar.

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