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miércoles, 3 de octubre de 2007

Dieciocho años cargados de rock y trasnoche

A pesar de lo complicado que fueron los primeros pasos, por una polémica suspensión de la patente en 1993, La Batuta sigue siendo el principal punto de encuentro de los rockeros nacionales.

Entre cerveza, cigarros y luces multicolores, artistas como Los Tres, La Ley y Chancho en Piedra, afinaban sus primeras guitarras y conquistaban sus primeros fanáticos, en el remodelado Teatro de La Batuta, que dejaría de lado el drama y la tragedia, para dar paso a las tocatas y pachanga que llegarían a revolucionar el, hasta entonces, barrio residencial de la Plaza Ñuñoa.

“Mateo soñaba con tener su propio teatro, por lo mismo su familia no dudó en apoyar el proyecto”, comenta con nostalgia Hugo Liebner, actual administrador del local y amigo cercano del actor Mateo Iribarren, dueño del ex Teatro de la Batuta. Con el objetivo de presentar sus propias obras y las de algunos cercanos, el actor ingresó a la complicada industria teatral, pero de su sueño despertó muy rápido y sólo cinco obras alcanzaron a ser aplaudidas en el pequeño recinto del reconocido guionista. Al ver que el negocio no prosperaba, “El Lobo”, como le dicen sus cercanos, decidió dejar el local en manos de su hermano, José Manuel Iribarren, que en esos años era dueño del ex Café de la Batuta, que actualmente se llama La Terraza. “Al ver el ofrecimiento de Mateo y en vista que se acaba el régimen militar, vendí el café y decidí darle vida a este apagado lugar”, recuerda sonriendo José Manuel Iribarren.

El cambio fue brusco. Las butacas desaparecieron para cederle el terreno a la pista de baile; la sala de luces se convirtió en la infaltable barra y prácticamente lo único que se salvó fue el escenario, pero los personajes ya no serían los mismos, porque los maquillados actores eran reemplazados por melenudos hombres vestidos de negros, que con guitarras, baterías y bajos, llegarían a transformar un barrio netamente residencial, en el principal espacio bohemio de la capital. “A principio de los años 90, la gente no tenía mucha costumbre de salir a divertirse de noche, por lo que no sabía como comportarse en los locales nocturnos”, cuenta Rocío Lineros, encargada de relaciones públicas, haciendo alusión al gran impacto que tuvo el local para los santiaguinos de esa época.

A raíz del gran cambio en la noche ñuñoína, mucho vecinos y el propio alcalde de esos años y actual concejal, Jaime Castillo Soto, se opusieron a la llegada del nuevo bar rockero. Por toda esta polémica, en 1993 el alcalde les quitó la patente de bar y expendio de alcoholes, lo que les impedía funcionar con normalidad. “Varios artistas nos ayudaron, entre ellos La Ley, y realizaron un concierto a beneficio en el Estadio Monumental”, recuerda Rocío Lineros, quien era barwoman en aquel entonces. Luego de un periodo de negociaciones, el bar recuperó la patente y pudo seguir funcionando con normalidad.

La mayoría de edad

En agosto de este año La Batuta celebró su aniversario número 18, donde además de concursos y buena música, se entregaron tarjetas de socio a los clientes habituales, con lo que tendrán derecho a entrar gratis a determinados eventos.

Durante todo el pasado mes, se invitó a los mejores artistas que han pasado por este escenario plagado de historia, entre ellos La Sonora Tommy Rey, Chancho en Piedra, Javiera Parra y Lucybell. “Nunca pensamos que esto iba a durar tanto, porque en este rubro las modas son muy fuertes y los clientes son muy ingratos”, comenta José Manuel Iribarren, impresionado por la cantidad de años que llevan en funcionamientos.

Actualmente el bar cuenta con un equipo de trabajo de día y otro de noche, lo que no pasaba hace ocho años atrás, donde la gente estaba prácticamente el día entero encerrada en estas cuatro paredes. El equipo de día se dedica principalmente a labores administrativas y organizacionales, “Tenemos que programar las 20 fechas del mes y tener todo en orden para recibir a las 6000 personas promedio que vienen mensualmente, lo que siempre trae más de algún problema”, cuenta Carlos Pinto, productor. Por otro lado, está el equipo de noche, compuesto por un barman, un discjockey, dos cajeros, entre otros, que se preocupan netamente en brindar una buena atención al público.

El invierno es la época más dura, porque por el frío y mal tiempo, la gente prefiere quedarse en sus casas, por lo que sólo se abre de miércoles a sábado, en cambio en temporada de verano, las puertas están abiertas desde el martes e incluso en algunas ocasiones, la semana entera está llena de actividades.

Según comentan los propios administradores del local, el espíritu de fomentar el trabajo de las bandas emergentes ha ido variando con el tiempo, porque aseguran que su objetivo ahora es ofrecer un buen espectáculo y dejar entrar solamente a las bandas que suenen bien y lleven público al local. “No tenemos fecha para darle a todos los que piden, por lo mismo el trabajo de selección es durísimo” cuenta Rocío Lineros, mientras se rasca la cabeza con una expresión de perdón para los no seleccionados.

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